domingo, 29 de enero de 2012

DAME UN VERSO















FOTOGRAFÍA: Manolo Sebastián


Dame un verso de luz,
un verso claro.
Dame un verso que hable de colores,
de alegría, de estrellas y de luna.
Dame un verso de sol,
lleno de flores,
dame un verso de nanas y de cielo.
Dame un verso de paz, de amor sin nubes,
que me encienda los ojos,
que me abrigue,
cuando tenga muy triste el corazón.
Dame un verso de pájaros, que vuele
con el viento de abril.
Que abra ventanas,
que se escriba en el viento y en el agua,
que se queme en el fuego de la vida
y que viaje en la lluvia y llegue a mí.
Dame un verso de niños y de niñas,
que se duermen con sueños de arco iris.
Dame un verso muy dulce de natillas.
Dame un verso de ángeles y risas.
Dame un verso que apague la tristeza.
Un verso de animales de leyenda,
de unicornios, de hadas y de elfos…
Dame palabras para parar las guerras.
Dame un verso que llegue hasta mi boca,
dame un verso de amor para mi alma,
dame un verso de amor para mis labios…
¡Dame un beso de luz sobre mi frente!

 
   Este poema fue escrito con todas las palabras poéticas seleccionadas por los niños del Colegio de Villamayor, en Zaragoza. Quiero dar las gracias a ellos y a sus profesoras por el regalo de su invitación y por esas maravillosas palabras, "luz, colores, alegría, estrellas, beso, amor...", que me mandaron y que encerré en la cajita de este poema, lleno con las sonrisas y la  dulzura de todos ellos. Me quedo con ese beso de luz sobre mi frente.

domingo, 8 de enero de 2012

PRESENTACIÓN DE "CEMENTERIO DE GORRIONES" en Salamanca

  El próximo viernes, día 13 de enero de 2012 a las 20.00 h. presentaremos la reedición de mi libro "Cementerio de gorriones" en la Sala de la Palabra del Teatro Liceo. La presentación se incluye dentro de la programación de la Fundación de Salamanca Ciudad de la Cultura y Saberes de enero de 2012.
  Me hace mucha ilusión, porque es la primera vez que visito Salamanca. Y es una ciudad que siempre quise visitar. Estoy segura de que volveré tarde o temprano.
    

  Para más información:
http://www.verquehacer.com/index.php/agendacultural/otrasactividades/presentacion-de-la-publicacion-qcementerio-de-gorrionesq-de-blanca-langa-hernandez.html

jueves, 5 de enero de 2012

LOS REYES MAGOS

FOTO: Manolo Sebastián

                           (A mi amiga Sally Otton)

  Yo siempre he creído en la magia. Ahora, que soy mayor, sigo pensando que cada día tiene un momento mágico. O incluso, varios momentos mágicos. Antes de irme a dormir, repaso cada instante y siempre soy capaz de descubrir esos pequeños milagros que tuvo el día que termina.
   Cuando era una niña solían castigarme por mentir. Porque yo mentía, eso decían los mayores. Sin embargo, cuando contaba que había visto a los Reyes Magos, yo no mentía. Puede que mi imaginación me jugase malas pasadas, pero yo no mentía.
   Cada día 5 de enero, al ponerse el sol, íbamos mi hermano y yo a casa de mi abuela paterna primero, y de mi abuela materna, después. Ambas nos daban cebada para los camellos de los Reyes Magos. Y nosotros metíamos la cebada en nuestros mejores zapatos y los poníamos debajo de la ventana. Y nos íbamos a dormir muy temprano, porque iban a venir los Reyes esa noche. Y si no estábamos dormidos, pasarían de largo y no nos dejarían juguetes.
    La historia no empezaba esa noche. Empezaba días antes cuando nuestros padres y los adultos de la familia nos decían que teníamos que portarnos muy bien, porque el pájaro Pinzón, que lo veía todo, se lo contaría a Sus Majestades y éstos nos dejarían carbón en los zapatos, y no nos pondrían juguetes. Los niños, claro, odiábamos al pájaro Pinzón, porque registraba cada una de nuestras malas acciones en su memoria y se chivaba después. Como no sabíamos qué aspecto tenía exactamente, cada gorrión que veíamos nos parecía él y, aunque estaba mal odiar a los gorriones, esos días odiábamos a muerte a todos ellos.
    La amenaza del temido pájaro solía surtir efecto y nos portábamos mejor durante unos días. Escribíamos la carta con nuestras peticiones para los Reyes y esperábamos que llegara la noche mágica. Entonces llenábamos los zapatos con cebada para los camellos y nos íbamos a dormir. Demasiado nerviosos para cerrar los ojos. Demasiado ilusionados.  Nos prometíamos no dormirnos para poder ver por el rabillo del ojo a SS MM. Pero siempre nos dormíamos. No obstante, a veces nos parecía ver moverse las capas de armiño en la oscuridad de nuestra habitación. Y apretábamos con fuerza los ojos, para que ellos no nos descubrieran espiando.
     Cuando amanecía, corríamos a buscar los paquetes que habían dejado. Siempre había una pequeña desilusión, porque, como nuestras peticiones no eran muy realistas, ellos decidían por su cuenta no ponernos cien juguetes, sino uno. “Porque hay muchos niños en el mundo y tienen que repartir entre todos”. Eso nos decían los mayores. Y nosotros les creíamos.  Pero al año siguiente volvíamos a escribirles una carta larguísima, en la que les asegurábamos que nosotros no nos peleábamos jamás, que nunca desobedecíamos a nuestros padres, ni a nuestros maestros, que siempre compartíamos las cosas, que éramos muy buenos y que, por eso, esperábamos que nos pusieran todo lo que pedíamos en la carta. Ah, y que no le hicieran caso al pájaro Pinzón, que como era muy viejo, tenía muy mala vista y además era un redomado embustero.
                                   Blanca Langa

ES LA VIDA, Blanca Langa

FOTOGRAFÍA: Monasterio de Piedra, Blanca Langa

  A veces, la vida tiene un regusto amargo.
Un regusto a balín en la recámara.
Descubres con asombro
revólveres cargados
en pasteles de azúcar.
Otros  -no importa dónde,
no importa por qué-
piensan en cómo
los van a utilizar contra sí mismos.
A veces, la vida tiene un regusto amargo.

lunes, 2 de enero de 2012

LLAMADA DE AÑO NUEVO

   El teléfono suena siempre cuando estás en la ducha, o en la siesta. Suele sonar si se está muriendo algún personaje interesante y no puedes dejar de leer, aunque siga sonando una y mil veces. ¿Qué es más importante?, te preguntas. Cedes. Al final, siempre cedes, porque quién sabe qué puede pasar si no lo descuelgas. Tal vez sea alguien con el alma cargada, que justo ahora está decidiendo qué hacer con su vida. Puede ser que necesite un café cargado, un gin tónic cargado, o una cabeza menos embotada que la tuya para que pueda llegar a convencerle de lo buena y estupenda que es la vida en enero, de lo agradable que es el frío, de lo bien que se está solo en un piso vacío, sin tener que empuñar el mando a distancia, como una cimitarra en mitad de la noche.
   A veces lo consigues. Consigues convencer al otro de que hay un motivo para sonreir. Que la soledad no tiene por qué ser una condena. Y el otro termina riendo entre las lágrimas. Pero ¿qué pasa cuando no es el otro sino tú quien ha marcado primero? ¿Qué pasa cuando hiela en el alma y no hay nadie al otro lado del teléfono?