¿Entiendes por qué no entiendo bien la oscuridad? Y no hablo de los sitios oscuros, sino de las almas sin luz que vampirizan la luz de los demás, y nunca se sacian, por más luz que arrebaten. ¿Entiendes por qué no soporto a esos seres-insecto que no se moverán a menos que puedan conseguir medio minuto de gloria, aunque sea a costa de robar una idea ajena y hacerla pasar por propia?
No quería, dijo, protagonizar nada. No quería ser el único que se subiera al escenario. Pero en cuanto empezó a sonar la música, apartó a los demás ladinamente y de un salto se hizo con el micrófono. Intentó cantar la canción de ella, pero en la voz de él sonó como un graznido y el público silbó para que hiciera mutis por el foro. Enfadado, disparó al pianista, ahorcó al del saxo, y cuando estuvo seguro de que nadie más iba a acompañarle, se colgó de la cuerda que había dejado suelta el tramoyista y sonrió, mientras el público aplaudía. Por fin había conseguido acaparar toda la atención del respetable.