A mis pies llega el mar,
como a una playa
donde arriban los
naúfragos,
y escribe
la callada memoria de la
arena.
El mar lo sabe todo y sus
palabras
desgarran nuestras bocas
malheridas.
Lo repiten sonoro,
interminable,
en el hueco de voz las
caracolas.
Suena furioso, gime.
Ruge en el pecho de los
acantilados.
Como animal herido y
moribundo
brama lleno de ira,
grita nombres,
convoca rebeliones y
maldice.
Todo lo sabe el mar,
porque hubo un tiempo
en que eran ley las voces
de los peces
y escribían las olas las
historias.
Tú no recuerdas,
porque hemos aprendido
a respirar un viento de
palabras
que al agua, al mar, al río
arrebatamos
al perder las aletas y las
branquias.
No puedes recordar,
pero habrá un día
en que al mar nos devuelvan
las palabras
y la sal se desborde en los
pulmones
devorando el oxígeno.
No perdamos el rumbo ni la
arena.
¿Quién puede descifrar a
las gaviotas,
o el rastro de la sal en
las miradas?
El sabor de las lágrimas…
La sal de las derrotas,
hasta el labio
bajando hasta los pies,
que todo barre
puede purificar nuestras
palabras.
Si no puedes llorar, déjalo
todo.
Abandona detrás cuanto
conoces
y encamina tus pasos a la
playa.
(De "Tal vez sea la luz")
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