Hasta mis pies vinieron todas esas palomas.
Les esparcí mis dedos y algunas se quedaron.
Pero tú ya no estabas.
Acercaron la tarde, la vida y el otoño.
Trajeron la nostalgia de los días perdidos
y una suave ternura que se quebró en mi espalda.
Sólo tú entristeciste
el vino de mis manos.
Me abrigaron los ojos, llenaron el vacío.
Aletearon recuerdos en mi frente sonámbula.
Sólo tú dabas frío.
En los escaparates giraban las imágenes,
los tacones del tiempo pisoteaban palabras.
Unos pies infantiles alegraron el parque
y, rota la nerviosa quietud de los arcángeles,
se agitó por el aire la tarde alada y nueva.
(De "Franjas de sombra")
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